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Mostrando entradas de septiembre, 2011

La Abuela

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La profunda mirada de la catarata. Así observan los ojos de Antonia, suspendidos en un horizonte irreal, viendo sin ser vistos, temibles si no fuera porque están empotrados en un rostro pícaro, pero bondadoso. Con su eterna bata, casi transparente de tanto lavado, azul a mil rayas, fresca y cómoda, olor perenne a colonia barata, en la butaca que ya nadie usa por cierto asco no confesado, Antonia mira una televisión que no ve y que solo oye, y que emite programas que le importan un pimiento, aunque le llenan la soledad de la sala. Siempre sola. Estuvo sola a sus dieciocho años para criar a su hija, y hoy se siente sola aunque le rodeen nietos, biznietos y mujeres de las que nunca recuerda sus nombres, porque en su familia, tras su hija, sólo hubo varones. Antonia está sola con su secreto. Hoy hay mucho jaleo en la sala. Han venido sus nietos, sus biznietos, que le tiran de la bata reclamándole el aguinaldo; las mujeres de sus nietos, que le besan con apenas escondida repulsión. Y siemp