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Mostrando entradas de octubre, 2011

Dulce Muerte

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Este   es un cuento que huele a orines, a sudor rancio, a vaho de vómito, a muerte. Es una historia de un hombre que está muriendo solo, abandonado y sucio. Que es consciente de su vejez, de su podredumbre, y no pretende alargar su aliento más de lo necesario, aunque su cuerpo se niega a liberarle y le ata a un mundo que no cuenta con él. Mira por la ventana y observa en su patio de vecinos grupos de pequeños fantasmas, cómicos, que corretean nerviosos de un lado a otro. Padres que a duras penas los siguen, sonrientes y dichosos. Han llamado a su puerta tres veces esta noche, y las tres no pudo llegar a tiempo. No tiene caramelos, pero le hubiese gustado ver las sonrisas ocultas de esos monstruos enanos. Se imagina que uno de ellos le llevase de la mano a descansar, a abandonar este cuerpo maloliente y descompuesto.   El timbre le despierta de su sueño. Esta vez, los chantajistas que esperan tras la puerta son pacientes e insistentes. Decide levantarse a abrir y agarra un terrón

El Padre

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Hace una hora que el arrítmico tintineo le mantiene en vela. Ojos fijos en el techo y una especie de escalofrío inexplicable que le recorre la columna vertebral. Imposible dormir. Y sin embargo, es incapaz de mover un solo músculo, un solo tendón. No puede activar uno solo de sus nervios para poner en marcha el complejo milagro corporal de incorporarse de la cama, dar apenas dos pasos y cerrar la ventana para que el viento no siga agitando aquello que suena y suena en su cerebro, ese ruido monocorde, metálico, desagradable. No es miedo. De eso está seguro. Tampoco es pánico, distinto al miedo, reposado y reflexivo. No es vagueza, holgazanería. No está adormecido. De hecho, mantiene los ojos abiertos como platos. Quizás es esa extraña sensación de notar que el otro lado de la cama está frío, acostumbrado a encontrar cada noche el roce de un cuerpo caliente. Quizás es la habitación de aquel hotel funcional, correcto y limpio, pero tan parecido a un frío ambulatorio. Nunca superó la i